Cabría saber que aquella cala de la costa era tan cristalina
que se podía contemplar incluso el color carmesí de la arena que rodeaba el
continente.
Además, cada campo
cultivado parecía anclado en un cuadro campestre, aunque ciertamente se
encontraba en una ciudad colosal.
La mitad de aquella ciudad, apenas cubierta de casas y cantidades
de cultivos de vegetales, frente a las inmensas construcciones y sus playas
contaminadas llenas de suciedad, en ese
momento se contrarrestaba la ciudad campestre con la ciudad contaminada.
La ciudad campestre continuaba convirtiéndose en un lugar de fantasía mientras que la ciudad iba desapareciendo ciclo por ciclo.